El Psicoanálisis como cuestión social

por  José Lachevsky

XXII Jornadas Nacionales de Carteles de la EOL – La Plata, 28 de septiembre de 2013

Cartel: Psicoanálisis y política

Rasgo: El Psicoanálisis como cuestión social

 

 

 

“Si el psicoanalista del siglo XX podía ser un psicoanalista invisible, con una mirada que sobrevolaba el mundo para no hacerse presente sino en el universo de la confidencia y del secreto, el psicoanalista del siglo XXI deviene visible y se da cuenta de que si puede ver el mundo, es también porque está en él, que él mismo es un ser visible para otros, Uno-todo-sólo que puede, a partir de su deseo y de lo que el trabajo del inconsciente ha modificado en él, comprometerse en la civilización para oponerse al contagio de la ideología tecno-cientificista del para todos y del sin nadie.  El psicoanalista deviene entonces un intelectual comprometido que considera que lo que no le mira le mira y que en adelante su discurso puede también imprevisiblemente cambiar de manera discreta pero real la inercia del orden del mundo.”

Clotilde Leguil en Lacan cotidiano N° 97

 

“El psicoanálisis en el siglo XXI se ha convertido en una cuestión social (…) Ser atacado por el enemigo es una buena y no una mala cosa, decía un sabio chino. Es el momento, es el lógico, de que por todos lados el psicoanálisis se convierta en una fuerza material, una fuerza política”.

J.-A. Miller, Comunicado del 13 de septiembre de 2011

 

En primer lugar quiero aclarar qué significa que el psicoanálisis se haya vuelto una cuestión social. A partir de la lógica problema solución tal como la plantea J-C Milner en ¿Desea usted ser evaluado? El psicoanálisis considerado como una práctica de la “salud mental” se ha vuelto un problema para algunos estados que intentaron, y seguramente van a intentar, reglamentarlo. Esto implica que una práctica que sostiene condiciones como uno por uno, el síntoma de cada cual, la subjetividad de cada cual etc, sea enfrentada por el discurso dominante que promueve lo opuesto: la estandarización, las estadísticas, la cosificación de los individuos para que puedan ser evaluados, comparados y sometidos. La evaluación se adapta desde los más altos niveles de la política hasta la intimidad y lo más secreto de la vida de cada uno de nosotros.

Era a esto a lo que apuntaba la enmienda Accoyer, atravesar la barrera que protege el secreto individual. No iba a la evaluación de las profesiones Psi como se anunciaba, sino que a evaluar a cada persona, a cada ser hablante con detalle en cuerpo y alma. Esto generó un debate acerca de las libertades y cito a Jean Claude Milner en su libro La política de las cosas, que dice que “para las libertades efectivas no hay, en última instancia, más que un único garante material, necesario-aunque no sea suficiente-, el derecho al secreto, garantía del más débil frente al más fuerte. Ahora bien, la evaluación sólo estará satisfecha cuando ese derecho sea abolido y muy especialmente en el individuo” (1).

Este individuo, cuenta como uno, pero uno aritmético de la estadística, es decir el que no constituye ninguna diferencia. Es aquí donde la evaluación ha puesto al discurso Psi en la mira porque sostienen al caso como forma discursiva de lo individual y lo que se intenta es que la intimidad del caso esté en correlación con la normalidad del grupo. Sólo el derecho al secreto garantiza un corte entre lo individual y lo colectivo y pone un freno al control.

Dice Milner: “La evaluación apunta a conectarlo todo y a penetrar en todas partes. La palabra evaluación, las técnicas que a ella se refieren, la ideología que en ella se articula persiguen un solo propósito, que una misma y única lógica se ponga en funcionamiento, del más grande al más pequeño, de lo más público a lo más secreto y que se cumpla, directa o indirectamente como una obediencia. Esto debe poner en alerta” (2).

Se ha visto a lo largo del tiempo cómo desde la sabiduría y las mejores intenciones de cuidar las libertades se ha arrasado con ellas. Ahora directamente se desprecian las libertades, se cuantifica todo, se controla todo con las consecuencias de domesticación que saltan a la vista. La única doctrina que sostiene a la evaluación es la razón del más fuerte.

Es aquí donde la política muestra su papel en este tema. La evaluación generalizada e irrefrenable sólo se comprende a partir de lo que augura: por su intermedio las cosas por fin podrán gobernar. Esto remite directamente a la antipolítica, ya que si las cosas gobiernan se puede imponer fácilmente el silencio.

Entonces teníamos la ideología de la evaluación que propone el gobierno de las cosas, que exime a los gobernantes de toda política dejándoles como tarea única traducir en lenguaje humano las obligaciones no humanas, y asignándoles una tarea pedagógica. Veamos el énfasis que se pone en la actualidad sobre todos los políticos en su papel de comunicadores y cómo se evalúan sus aciertos y errores en función de ese desempeño. Esta pedagogía, reducida a explicar cómo son las cosas tiende a hacer aceptar que las cosas son como son y nunca se va a poder cambiar nada. Hay algo de lo inevitable que los gobernantes hacen pasar a los gobernados y esto tiene que ver con la exhortación de las cosas.

Entonces, el psicoanálisis se ha convertido en uno de las pocas prácticas que se sitúan en las antípodas de esa tendencia y se opone a la gestión de la gente mediante las burocracias, las estadísticas y las reglamentaciones, reduciendo al ser humano a las mismas leyes que rigen a una mercancía. Es este el modo en que se volvió una cuestión social. Y así, las comunidades analíticas de la Orientación Lacaniana pasan a ser una fuerza material, una fuerza política. Esto lo hemos comprobado con la movilización hacia el interior y hacia el exterior de esta fuerza que se produjo para la liberación de psicoanalistas detenidas en Siria e Irán. También, años atrás, para enfrentar la enmienda Accoyer y últimamente para dar batalla contra la reglamentación y exclusión del psicoanálisis como alternativa posible del tratamiento de autistas. En este último caso con un transfondo económico importante ya que la prohibición del Psicoanálisis como práctica con el autismo implica que el estado sólo se haga cargo de tratamientos llevados a acabo por métodos conductistas.

¿Qué significa entonces convertirse en una fuerza política? No se trata de conformar un partido político porque nuestro objetivo no es tomar el poder, ni denunciarlo, porque así lo fortalecemos. Se trata tal vez, de llevar adelante nuestra tarea analizante para poder obtener respuestas frente a estos embates y así darle un nuevo sentido a esta política. No demonizando al Otro sino buscando sus contradicciones y mentiras. Señalando con un bien decir que lo que sostienen como científico no es más que una falsa ciencia y apelando a otras observaciones científicas que niegan, por ejemplo, que el autismo tenga causas genéticas probadas y que sus tratamientos obtengan resultados estadísticamente mejores.

 

 

Notas

 

(1) Milner Jean-Claude, La política de las cosas, Miguel Gomez Editores, 2007. Pág. 15.

(2) Ibíd. Pág. 17.

 

Bibliografía

Indart Juan Carlos, Conferencia “Efectos de formación matemáticos: El psicoanálisis en el Siglo XXI se ha vuelto una cuestión social”. Inédita. 2012

Miller Jacques Alain, Punto Cenit, Lacan y la política, Colección Diva, Buenos Aires, 2012.

Milner Jean-Claude, La Política de las cosas, Miguel Gómez Editores.2007.

Milner Jean-Claude, Miller Jacques-Alain. ¿Desea usted ser evaluado? Miguel Gómez Editores, 2005.

Tudanca Luis, Una política del síntoma, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2012.