El parentesco entre la verdad y el goce

ecos_I_jornada_anual_simultánea_salamone_2I Jornada Anual “De la verdad al goce. Reformulaciones de la práctica”- EOL Sección La Plata, 25 de Octubre de 2014

 

por Luis Darío Salamone

“Yo digo siempre la verdad. No toda. Puesto que  a decirla toda no alcanzamos. Decirla toda es imposible, materialmente las palabras faltan para ello. Incluso por ese imposible la verdad es solidaria de lo real”. Jacques Lacan, “Televisión”(1)

Esta expresión que a algunos podrá sonarle extraña a luz de lo que se está trabajando entre nosotros, hoy en día, el parentesco entre la verdad y el goce, está presente al comienzo del capítulo del seminario de Jacques-Alain Miller llamado La naturaleza de los semblantes. Pero esta expresión no es de Miller sino de Jacques Lacan.

Quisiera transmitir cierta preocupación que tengo de que se menosprecie la verdad para privilegiar lo real, que un término se ponga en oposición con el otro, olvidando precisamente su parentesco.

Parecería que en esa operación, la noción de verdad con la cual nos manejamos no es lo que la verdad es para el psicoanálisis, sino para la filosofía, donde la verdad, siguiendo la fórmula adaequatio rei intellectus, implica una continuidad entre la verdad y el discurso, definiendo a la verdad como la adecuación del entendimiento o el intelecto con la cosa. De todas formas, se distingue entre verdad y veracidad, entre la realidad de la cosa y la correspondencia del enunciado con aquello que se habla. Lo contrario de la verdad es el error, de la veracidad la mentira.

Lacan, a partir de los planteos de Heidegger, introduce la cuestión de la verdad como aletheia, como desocultamiento. El síntoma como verdad se muestra dispuesto a su desocultamiento. Más tarde a su desciframiento. Sin embargo la verdad no yace allí. Es como cuando en el baile los personajes se quitan la máscara. Y no era él. Ni era ella.

Aunque al principio se inscriba en el significante –época donde a Lacan le interesa subrayar la importancia del orden simbólico, la estructura significante del inconsciente‑, ningún lenguaje, nos dirá, puede decir lo verdadero de lo verdadero.

La verdad, para Lacan, dejará de pertenecer a un significante para tornarse un lugar. De acuerdo a lo que ocupe ese lugar, tendremos una relación con la verdad diferente. En el discurso analítico, el saber ocupa el lugar de la verdad, esta fórmula define a la interpretación y esta lejos de suponer que la verdad se enuncia, por el contrario, es un medio decir. Esto es porque su lugar está entre lo simbólico y lo real, no es algo que se enuncia, es algo que se roza cuando se producen olas, se encuentra en el límite mismo del significante.

Quizás un problema que encontramos en el hecho de confundir la verdad con lo verdadero. Lo verdadero no es la verdad, es un efecto de la verdad sobre el discurso.

Lacan afirmó que la verdad halla en el goce cómo resistir al saber, es decir que no habrá saber que la capture por su hermandad con el goce. Dice incluso que la verdad y el goce tienen una relación incestuosa.

Es en esa misma clase que Miller nos dice: “La naturaleza de la ficción de la verdad no sólo no impide, sino que lleva a cabo, una discusión de lo real”, incluso afirma que lo real sólo podrá ser abordado, atrapado, desde un punto ficcional que llamará semblante. La compulsión a la repetición –planteada por Freud– es postulada por Lacan como la insistencia de una verdad que clama en el desierto de lo real. Esta insistencia de la verdad luego es puesta en términos de insistencia del goce. Miller señala cómo algunos rasgos de la verdad se desplazan al concepto de goce.

Es más, propone que es síntoma de una alianza entre el goce y la verdad, y lo propio del análisis sería descubrir dicha alianza. Lee a Lacan y nos dice que más allá del principio del placer está la verdad que implica cierto goce. Incluso marca la diferencia entre esa verdad que clama por su Otro como en el vos del síntoma, y la verdad que está en el desierto, cuando no hay un llamado al Otro. Y termina planteando, al igual que Lacan, a la verdad como hermana del goce. Es verdad, la tesis de Miller es que el goce progresivamente ocupa el lugar de la verdad. Esto es verdad. Pero ni Freud, ni Lacan, ni Miller han menospreciado la verdad, por el contrario.

La verdad no puede decirse toda, es imposible, y es por esa vía que la verdad concierne a lo real. Que la verdad y lo real no se superpongan, no implican que se opongan.

Por eso Lacan, al final de su enseñanza, seguía diciendo algo que fue su punto de partida: “…Trato con gente a la que encauzo a que le produzca placer decir lo verdadero”.(2)

 

Notas:

(1)Lacan, J.: “Televisión”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 535.

(2)Lacan, J.: Seminario 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 76.