“El cartel es el principio de la Escuela”, así lo formula Miquel Bassols en “La Puerta del cartel”.
Pensar al dispositivo del cartel y la posibilidad de incidir en las instituciones, tal como es la propuesta de la primer noche de carteles de la sección La Plata ya es, por lo menos, un desafío desde el momento en que se empieza a pensar al mismo por fuera de la Escuela, extensivo a otros lugares, discursos y saberes que no son afines al psicoanálisis de orientación lacaniana. ¿Cómo pensar su uso fuera de la Escuela, si justamente Lacan lo formuló como un dispositivo analítico que trabaja para hacer avanzar al psicoanálisis (1) y que forma parte de la Escuela?
Si bien el objetivo del cartel es producir algo bajo la forma de una elaboración sostenida en un pequeño grupo, como Lacan lo postula en el “Acto de fundación de la Escuela Francesa de Psicoanálisis en 1964” (2), esta producción, aunque con otros, es singular, propia de cada quien la realiza, experiencia justamente de un saber agujereado, más que la de un saber supuesto. Pero aún así, cuando deja un saldo de saber, más propio que colectivo, éste puede servir de puntapié para poner a trabajar en un cartel interrogantes propios del psicoanálisis, pero también otros, que surgen de otros saberes, aquellos debates de la época en los que inciden otros discursos, como lo que ocurre con los feminismos actuales.
Tal fue mi experiencia más reciente con el cartel, aquel en el que encontré el lugar más indicado para trabajar aquello que no me era posible en otro, mi otro lugar de trabajo, un servicio de atención primaria en violencia por razones de género.
Fue ir de un afuera hacia un adentro, un límite difuso que implicó llevar una pregunta que surgía de otra experiencia, a aquello más propio de la práctica analítica que es el cartel, aquel que permitió poner a trabajar con otros, mi pregunta acerca de qué goce hablamos cuando se habla de pasajes al acto violentos.
¿Cómo pasar de las teorías de género al psicoanálisis ?
…podría continuar diciendo, ese pasaje imposible, aunque ineludible de diálogo y también de tensión, en el que el psicoanálisis tiene algo para decir respecto a la violencia contra las mujeres. Sin ir más lejos, Bassols retoma en Lo femenino, entre centro y ausencia, el informe del año 2013 llamado “Cuestiones preliminares al tratamiento desde el psicoanálisis de la violencia contra las mujeres”, como contribución de la AMP al lugar de organismo consultivo para la Organización de las Naciones Unidas.
Retomando la pregunta sería ¿cómo es posible incidir desde la experiencia individual de un cartel en el campo de lo social ? ¿Se puede transmitir y hacer colectivo algo que es del orden de lo singular? Miller en la Gran conversación de la AMP “La mujer no existe” de este año hace la pregunta de cómo transmitir lo intransmisible, debido a que, retomando lo que él mismo plantea en su curso de El banquete de los analistas, “entre las dos versiones, el psicoanálisis es enseñado y el psicoanálisis enseña, me inclino por la segunda” (3)
Una aproximación posible para ésa transmisión puede ser pensar la relación al saber, la tesis de Lacan de que “la enseñanza del psicoanálisis no puede transmitirse de un sujeto al otro sino por las vías de una transferencia de trabajo” (4). Si bien esta frase está dicha en el marco de la creación de la Escuela en el Acto de fundación, puede ser una clave para pensar cómo transmitir a otros ese saber que se obtiene en el trabajo de un cartel, porque justamente el desafío es poder transmitir una experiencia a aquellos que no la tienen. No es la ambición del “para todos” del postulado científico que tiene la pretensión de que todo es posible de enseñar a todo el mundo, sino que pensar la transmisión a través de la transferencia de trabajo implica que se transmitan no sólo los resultados y conclusiones, sino ésa relación al trabajo de saber. Al decir de Miller (5) “¿Cómo pasar del uno por uno al todos? ¿Cómo pasar de la experiencia analítica -cuyo fundamento es no hablar más que a uno solo- , que enseña algo,[…], a la enseñanza para todos ?”.
Es aquí donde se propone como posibilidad a esta paradoja, la tesis de la transferencia de trabajo. Ésta implica que se transmita un deseo por el trabajo, más que la insistencia de llegar a resultados conclusivos, cerrados y que inhabilitan los debates y el trabajo mismo. Agregaría que aquí se sitúa la posición del cartelizante como una posición política de sostener ese saber no todo y expuesto, más que supuesto. Incluso arriesgaría a preguntarme si hay algún tratamiento posible de lo real que el cartel pueda aportar para pensar lo colectivo, sobre todo en el sostenimiento de que no hay un saber en lo real como la ciencia cree y que sólo puede haber aproximaciones.
¿Es ésto lo que Lacan también quiso decir con su frase de que el psicoanálisis debe estar a la altura de la época? No es exhaustivo, pero arribo a pensar que frente a los impasses de la civilización, el psicoanálisis en su dimensión aplicada como 6) “lo que quiere decir de terapéutica”, pueda dar un tratamiento posible al malestar de la época, en una forma restringida, atemperada, que en un psicoanálisis puro, pero no por ello menos eficaz en sus efectos, incluso dentro de aquellas instituciones en las que transcurren otros discursos que el analítico.
Notas bibliográficas.
(1) Bassols,M.: “La puerta del cartel. Revista Cuatro más uno.”
http://www.cuatromasunoeol.com/edicion/001.logica-colectiva.miquel-bassols
(2) Lacan J.: “Acta de fundación”, en Otros escritos. Paidós, Buenos Aires, 1946/2012, pág. 247–259.
(3) Miller J.-A.: “El banquete de los analistas”, Los cursos psicoanalíticos de Jaques-Alain Miller, Paidós, Buenos Aires, 2000, pág 162.
(4) Óp. Cit. (2), pág. 247–259.
(5) Óp. Cit.(3),pág. 171. (6) Óp. Cit. (2), pág. 247–259.