LA CLÍNICA ANALÍTICA Y SUS PUNTOS DE FUGA. Segunda noche de CARTELES. 28 de agosto
María Paula Carasatorre
“Estamos todos embrollados en nuestra relación con lo real, lo mejor que se puede hacer es orientarse en este embrollo, de la buena manera”. (1)
La invitación a participar esta noche, gira alrededor de la frase que Lacan menciona en la “Apertura de la Sección Clínica”, “la clínica es lo real como imposible de soportar” (2). Me pregunto entonces, ¿de qué manera hacer soportable la clínica hoy cuando muchas veces se presenta de manera descarnada? ¿Cómo una Escuela de psicoanálisis y sus dispositivos, pueden servir como “una base de operaciones contra el malestar en la civilización”? (3)
A partir de una pequeña viñeta, intentaré transmitir los efectos que han implicado poder orientarme, en mi práctica, a través del uso del control y el cartel.
Casi nada
M solicita nuevamente un turno con una analista, ya que su cuerpo está al borde de desaparecer. Come tan lento que llega a dolerle la mandíbula. En cuanto a la coyuntura del síntoma, se localiza una relación particular con su padre, quien al no entender que M ya no era una niña, se le viene encima una y otra vez. Es su decir apagado y su delgadez extrema, lo que ubico como el punto de lo insoportable que presenta lo real de la clínica. ¿Cómo desembrollarme?
Deseo de control
A partir de la pregunta sobre cómo orientarme, frente a la relación particular del goce del síntoma de la paciente, es que advino el deseo de control. Anudado éste al “deseo de investigar sobre el no saber” (4), el control, propició darle lugar a lo inédito, a las paradojas, a las sorpresas y ambigüedades, a lo que se destaca en el caso y que lo hace único con respecto a los demás.
El uso del dispositivo del control atañe, de esta manera, a la formación del practicante del psicoanálisis en el punto en el que lo mantiene despierta y le permite sostener la apuesta por el inconsciente. Tal como menciona Miller en El Lugar y el Lazo, controlar, implica que el lazo del analista con el psicoanálisis como partenaire, se efectivice.
En este caso, el analista de control señala la importancia de no operar en consonancia con el ideal, o sea, el empuje a comer, sino con la lógica que el síntoma establece. Hacer uso del semblante de objeto a para que el alimento pueda ser velado, des- consistiendo al Otro que se la quiere devorar, será la orientación.
Deseo de cartel
Si bien algo del alivio advino en el control, la tensión que provoca el rechazo sistemático de lo real puesto en juego, insiste y el dispositivo del cartel será el lugar para darle una vuelta más.
Si “El discurso analítico no puede sostenerse con uno solo” (5), hacer avanzar el psicoanálisis y trasmitirlo será la apuesta del cartel. Poner al trabajo aquello que, de la práctica resulta insoportable, no solamente de los otros sino de lo insoportable para uno mismo, es la política del cartel para tratar lo nuevo en la clínica.
Por otra parte, el cartel es “un instrumento contra el aislamiento y la infatuación” (6) o, como dice Miller, “un operador antinarcisístico” (7) ya que el practicante no está en tanto yo, sino como formando parte de un grupo de trabajo heterogéneo. En este sentido, hacer uso del cartel en la Escuela, orienta a ir por la vía de una “fraternidad discreta” (8) que conlleva la posibilidad de que lo común con otros no sea leído en términos de especularidad imaginaria si no aquello para tratar lo más singular e incomparable con lo demás.
El saldo de saber del cartel clínico del cual formo parte, es la orientación de cómo leer el síntoma. Orientación, de la buena manera del más uno, quien señala la función del síntoma para localizar las coordenadas precisas de la clínica de los desarreglos y arreglos. Comer casi nada, es el síntoma que le permite a M sostener cierta distancia defensiva del Otro y a la vez, un anudamiento posible para tener un cuerpo, al menos por ahora.
De esta manera, el trabajo en el cartel posibilitó un decir inédito, una nueva resonancia que bordea lo real.
Para concluir, preguntas; ¿Es trabajo de la Escuela propiciar el deseo del control y del cartel?, porque si bien a los practicantes nos une una causa común que es la de hacer existir el psicoanálisis, una vez allí estar desparejados, sueltos y dispares es lo que nos propuso Lacan ¿Podríamos pensar entonces, dispersos descabalados, pero orientados?
Notas
(1) Laurent, E.: “¿Cómo se enseña la clínica?”, en Cuadernos del ICDEBA, Colección Cuadernos, Buenos Aires, 2000, pág. 48.
(2) Lacan, J.: “Apertura de la sección clínica”, en Revista Ornicar? N° 3, Petrel, Barcelona, 1981, pág. 37.
(3) Lacan, J.: “Acto de fundación de la Escuela de Psicoanálisis”, en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2018, pág. 247.
(4) Óp. Cit. (1), pág. 48.
(5) Lacan, J.: “Televisión”, en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2018, pág. 535.
(6) Tarrab, M.: “Una política por el cartel, entre ideal y Wirklichkeit «realidad efectiva»”, en publicaciones on- line de la EOL, 1999. https://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=publicaciones&SubSec=on_line&File=on_line/etextos/carteles/textos/tarrab.html
(7) Ibíd.
(8) Lacan, J.: “La agresividad en Psicoanálisis”, en Escritos 1, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2012, pág. 127.