Desconcertar la defensa

ecos_amp_2014_gisele_ringueletEcos del IX Congreso de la AMP: “Un real para el siglo XXI”

por Gisèle Ringuelet

 

La idea de que la defensa es inaccesible a la interpretación ‑concepto clínico vertido en las ponencias de la mesa titulada “La defensa, inconsciente transferencial y real”‑ conjugó dos términos: defensa e interpretación que precipitó en mí la necesidad de escribir este breve artículo.

Los analistas postfreudianos utilizaron la defensa para interpretarla; la detectaban en los dichos del paciente y emitían un juicio como “usted resiste, no sea cobarde”. Intervención que puede provocar diferentes respuestas que giran entre dos opuestos, dos caras de la misma moneda: afirmar que es cierto que es cobarde o negarlo.

Ahora bien, ¿qué modifica un sujeto cuando afirma o cuando niega un atributo?

Si continuamos con el discurso de quien demanda, puede suceder que nos alegremos de que haya reconocido que es cobarde, y por ende damos consistencia a un ser que se satisface siendo… En esta posición nos subimos a la rueda que gira en redondo, acompañamos al paciente a seguir en su mundo, al que permanecerá prendido.

En momentos de tanta soledad, como los actuales, estar acompañado por un testigo puede convertirse en el estilo de vida que algunos elijen. Y por cierto, es algo que escuchamos cotidianamente.

Pero, si partimos de la idea de que en la experiencia analítica el que resiste es el analista, las cuestiones pueden ir tomando otros matices. Un analista lacaniano debería leer los dichos del analizante como un cirujano de la palabra, siguiendo las huellas que Freud dejó.

Una intervención freudiana

Una mujer (Teresa) se presenta a la primera entrevista muy angustiada; narra que hace dos años su hijo se suicidó y que desde ese momento lo único que hace es trabajar. La mujer recuerda que se anoticia del embarazo de su hijo a los tres meses de gestación, cuando hacía un año vivía en la provincia de Bs. As.

En el transcurso del tratamiento, el duelo por su hijo muerto la va enfrentando a recuerdos referidos a su novela familiar. Uno de estos recuerdos lo sitúa a los 19 años cuando ella cuida, durante unos meses, a su padre de una enfermedad terminal. En la misma entrevista, emite el siguiente juicio: “me casé para no perjudicar a mi madre”, refiriéndose al casamiento con el hombre que la embarazó (padre biológico de su hijo). La analista interviene subrayando la afirmación originaria que esta frase conlleva y dando por finalizada la entrevista.

La intervención se convierte en una interpretación para Teresa cuando enlaza este deseo de perjudicar a su madre con la decisión que tomó su madre tras la muerte de su esposo de mudarse de provincia. Ella no quería irse de la ciudad donde había muerto su padre, tenía amigos y un novio. Pero, su madre que “nunca prohibía” le negó la posibilidad de quedarse. Teresa manifiesta: “nunca perdoné a mamá por haberme obligado a venir”.

Efectos de un análisis

La culpa que padecía Teresa –por querer perjudicar a su madre– se conmueve y la muerte de su hijo deja de tener para ella el efecto mortífero que tenía en los primeros meses del tratamiento.

“Me casé para no perjudicar a mi madre” es una frase que estructura el padecer de quien habla e implica, como nos enseña Freud, una cierta aceptación de lo rechazado. Pero, es la intervención del analista la que imprime la dirección de la cura y permite elucidar la defensa como destino que se desarma.

A diferencia de los analistas postfreudianos que interpretan y dan sentido, un psicoanalista orientado por Lacan tampoco se queda mudo, sino que interviene con un acto que apunta a desbaratar la defensa y con ella la satisfacción concomitante.

Los recuerdos de Teresa, tienen un carácter penoso que imprimen un sentido y un exceso mortífero que se corresponden con la trama agujereada de su neurosis que afecta al cuerpo. Al intervenir sobre la defensa, el sentido cae para dar lugar al fuera de sentido y a un goce menos mortífero.

Entonces, seguir leyendo a Freud –sin dejar de leer a Lacan– permite vislumbrar en forma un poco más certera los giros que Lacan va imprimiendo a la teoría y, por ende, a la práctica clínica.

Freud, a partir de dichos de sus pacientes, ubica la negación de éstos como un juicio adverso, una modalidad de defensa frente a lo inconsciente que la negación misma pone de manifiesto.