DELIRIOS DE LA VIDA COTIDIANA. X Jornadas EOL Sección La Plata 28 de octubre. Mesa apertura
Gabriela Camaly
Quiero agradecer la posibilidad de tomar la palabra en esta apertura, en especial a la Directora de la Sección, Marisol Gutiérrez, y a la Directora de estas Jornadas, Cristina Coronel, así como a la Comisión Científica por el trabajo realizado.
En este tiempo, en mi función de Directora de la EOL, me ha tocado participar en varias aperturas de Jornadas. Aun así, no tengo demasiado claro qué se espera de una “apertura”. Incluso, cada vez, me pregunto qué es lo que conviene decir en cada ocasión, en relación con un tema y a una comunidad de trabajo determinada.
He releído el excelente argumento elaborado por la Comisión Científica sobre los delirios de la vida cotidiana. Allí se ubican las diferentes perspectivas que Lacan toma en su enseñanza respecto del delirio, diferenciado claramente el delirio estructural de la psicosis y el delirio generalizado del que tanto nos ha gustado hablar últimamente porque estamos imbuidos de lleno en el tema del próximo Congreso de la AMP, en febrero del año próximo, sobre el archi trillado “todo el mundo es loco”.
Como sabemos, Miller ha hecho del mismo un axioma, incluso la llave de lectura de la última enseñanza de Lacan. Esta operación de Miller sobre la enseñanza de Lacan conduce también a poder establecer las debidas diferencias entre la despatologización que produce el discurso neurocientista de la época y la nuestra, atravesada por la forclusión generalizada. Es necesario ubicar los alcances que la misma tiene para nuestra práctica, así como sus consecuencias.
Dicho esto, que es nuestro marco conceptual para orientarnos en el tema de estas Jornadas sobre los delirios de la vida cotidiana, que sitúa muy bien los delirios propiamente dichos y los otros en una serie infinita, me interesa destacar un punto particular que considero fundamental, que ya había tomado pero sin desarrollarlo en la primera Noche de Directorio de la Sección La Plata de este año. (1) Se trata de la relación que hay en cada ser hablante entre el delirio y el síntoma y, consecuentemente, el tratamiento que el sujeto puede alcanzar por medio de un análisis. Es decir, ¿qué cambia en la relación con el delirio por efecto y como consecuencia de la experiencia analítica?
Es aquí donde me detengo en una frase del argumento que señala: “La orientación es por el cuerpo y el síntoma, y la clínica apunta a otro tipo de anudamientos, el síntoma hace de suplencia a eso forcluído. Se trata de lo que no se disuelve de la singularidad del síntoma que marca su diferencia del universal”. Entonces, lo que me interesa situar hoy es el problema del tratamiento del delirio bajo transferencia.
Sabemos que, cuando el síntoma-goce se articula a las cadenas de sentido, hace delirar al ser que habla. A cada uno su síntoma. A cada uno su pequeño delirio.
Así, la producción delirante se presenta, en la psicosis, como consecuencia de la forclusión del significante del Nombre del Padre. En la neurosis, como consecuencia del rechazo estructural de la inexistencia del Otro.
Como sabemos, los desarrollos de la clínica universal del deliro se sostienen en la hipótesis de la forclusión generalizada. Para todo ser hablante la elaboración de sentido es el lugar donde toma forma su propio delirio, en el intento de tratar de nombrar un goce indecible.
Recordé, mientras estaba imbuida en estas reflexiones, una conferencia de E. Laurent en Buenos Aires, hace ya unos cuantos años, sobre la función de la interpretación en las psicosis. Lo cito: “… si podemos hablar de interpretación en la psicosis, es con un horizonte: apuntamos al momento en el cual el sistema para, se detiene. Apuntamos a obtener un efecto de detención, al momento que Schreber llamaba «pensar en nada». Obtener que esta maquinaria infernal cese y que, con elementos no-estándar introduciéndose en la metáfora delirante, el efecto de nominación, el efecto de producción de una nominación, produzca un vaciamiento, un «pensar en nada»”. (2) Considero que esta indicación clínica va exactamente en contra la proliferación del delirio. Apunta a limitar la producción de sentido que surge de la articulación S1-S2, que siempre tiende a infinitizarse. Apunta a “No hacer delirar al analizante”.
Ya no se trata solamente de no hacer delirar al sujeto psicótico –esto lo hemos aprehendido hace ya mucho tiempo–, sino que tampoco hay que hacer delirar al neurótico. En verdad, cada uno delira solo y por sus propios medios, es la pendiente natural de la relación con el lenguaje.
Si tomamos al pie de la letra lo que la psicosis enseña a cielo abierto, entonces podemos retener esta orientación fundamental: se trata de producir un efecto de detenimiento de esta maquinaria infernal que es el sentido en la medida en la que, en cuanto seres hablantes, estamos enfermos del parásito lenguajero. Entonces, “delirar menos” para poder hacer otra cosa con el goce del síntoma que se impone a cada uno como lo más singular, imposible de negativizar.
Ante la psicosis desencadenada, ante los desenganches silenciosos, ante la eclosión del goce en las neurosis, ante los síntomas actuales, ante los delirios de la vida cotidiana, si nos servimos de la última enseñanza de Lacan, “la brújula que orienta nuestra práctica es simplemente conducir al analizante a delirar menos para que, en la confrontación con su síntoma en cuanto experiencia de goce, pueda producir otro tratamiento posible”. Este es mi pequeño aporte, que deseo compartir con ustedes.
Notas
(1) Noches del Directorio de la Sección La Plata durante el 2023 tuvieron por tema «La práctica analítica, entre locura y debilidad mental». https://blog.eol-laplata.org/la-practica-analitica-entre-locura-y-debilidad-mental-todos-locos/
(2) Laurent, E.: “Interpretar la psicosis”, ¿Cómo se enseña la clínica?, Cuadernos del Instituto Clínico de Buenos Aires, Nº 13, 2007, p.74.