Del Yo (Moi) al Ego –Comentario sobre el artículo “Ego (y cuerpo)” de Cecilia Gasbarro

HACIA El X CONGRESO DE LA AMP: EL CUERPO HABLANTE. SOBRE EL INCONSCIENTE EN EL SIGLO XXI

Tercera actividad preparatoria –EOL Sección La Plata, 13 de Abril de 2016

 

 

José María Damiano

 

En la sección “Apertura” del Scilicet que nos ocupa, M. Bassols destaca dos frases de la conferencia de J.-A. Miller, “El Inconsciente y el cuerpo hablante”, especialmente llamativas respecto de “la relación singular que el parlêtre tiene con su cuerpo”.  Una de ellas es la fórmula lacaniana del Seminario 23: “el cuerpo, el parlêtre no lo es, lo tiene” y nos anima a que leyendo estas páginas podremos saber algo más de lo que significa tener un cuerpo sin llegar a serlo del todo”. (1)

Como ya había elegido esa fórmula para presentar un trabajo en el Encuentro Americano en San Pablo “El imperio de las imágenes”, y había utilizado a tales fines un artículo del Scilicet,  El Orden Simbólico del S XXI, retomé la propuesta; quizá pueda saber un poco más qué es tener un cuerpo y realizarlo.

El artículo de Cecilia Gasbarro, “Ego (y cuerpo)”, me resultó útil para tal propuesta.

Cito el párrafo que me invitó a hacerlo: “El ego se presenta como una noción central para definir la relación del parlêtre con su cuerpo surgida en contrapunto con lo que le ocurrió a Joyce”. (2)

Claro que uno se sorprende de que emerja de la boca de Lacan una palabra como “ego” tan cara a la Psicología del Yo Americana, cuando siempre promovió el moi para referirse al ich freudiano.

Es entonces la oposición entre el yo (moi) y el ego, la que puede resultar fecunda. Ya que citando el artículo de Cecilia: “esa predominancia del tener por sobre el ser permite esbozar una razón para la sustitución del moi por el ego”. (3)

El Congreso de la AMP nos propone que para ir poniendo al psicoanálisis a tono con las difíciles problemáticas del siglo XXI, trabajemos en la sustitución del término “inconsciente” por el de “cuerpo hablante”.

Por lo tanto, podríamos decir que en la enseñanza clásica de Lacan, el yo (moi) se presenta como una noción central para definir la relación del sujeto del inconsciente con su cuerpo bajo el paradigma de la primacía de lo simbólico; mientras que en la última enseñanza de Lacan, el ego se presenta como una noción central para definir la relación del parlêtre con su cuerpo, en la perspectiva  del nudo borromeo.

¿Cómo caracterizar cada una de estas diferentes relaciones con el cuerpo?

El artículo de Cecilia Gasbarro nos remite a la siguiente cita de J.-A. Miller: “El ego se establece a partir de la relación con Un-cuerpo. No hay ahí identificación, hay pertenencia, propiedad” (4) y parafraseando ese texto dice que “nos hace notar el eclipse de la noción del Otro como el lugar en el que se representa la imagen de sí”. (5)

Entonces la relación al cuerpo que establece el yo (moi) se hace a partir de una identificación, mientras que la relación al cuerpo que establece el ego se hace en base a la relación de pertenencia.

La relación definida como identificación tiene por resultado dar una identidad al sujeto, mientras que la relación definida como pertenencia tiene por resultado hacer del cuerpo una posesión, se posee un cuerpo como se posee un mueble.

Tomo la relación definida como identificación en la enseñanza clásica de Lacan en tres niveles en los que el sujeto hace consistir su ser:

1. En el estadio del espejo, el sujeto constituye su cuerpo a partir de una identificación imaginaria con el otro, y a partir del modelo óptico se constituye desde el punto vista del Otro, precisado como Ideal del Yo, el lugar desde donde el sujeto se mira. El Otro es constituyente y el yo constituido.

2. En relación al falo, el sujeto se identifica con el falo, cree ser el falo e incluso podemos hablar de la locura fálica del yo.

3. En relación al objeto a escópico, como parte del cuerpo propio en su función de tapón de la barradura del Otro.

En oposición a la identificación y sus efectos unificadores, el ego se define por la relación de pertenencia con Un-cuerpo (diferente también de la inclusión) tal como fue elaborado poco a poco por Lacan a partir de la teoría de los conjuntos, haciéndolo equivalente al conjunto vacío; lo que J.-A. Miller llamó “un cuerpo a la Cantor” y para lo cual solo puedo remitirlos a la Nota n° 7 del anexo “Paso a paso del Seminario 23”(6). (Y al artículo de Scilicet de Stella Solano Suárez con el mismo nombre). El cuerpo es una bolsa de piel vacía.

Entonces, para el caso del yo (moi) la relación privilegiada es la identificación y el resultado es que obtiene una identidad y un ser a partir de ella, es un sentido que le podemos dar a la expresión “ser un cuerpo”; mientras que para el caso del ego se trata de una relación de pertenencia y entonces decimos que el parlêtre “tiene un cuerpo”.

No obstante Cecilia Gasbarro en su artículo nos advierte que es fundamental entender, siguiendo las puntuaciones de J.-A. Miller, que tampoco afirmamos que el ser hablante tiene un cuerpo sino que se trata de una creencia, de “creer tener Un-cuerpo”. Es necesario aclarar entonces que se trata de una creencia sin Otro (quizá más un “creer-ahí” que un “creer-en”). Es por eso que Lacan dice que su consistencia es mental, o sea imaginaria; o sea que no se trata de un real físico material.

Ahora bien, si el yo (moi) se sostiene siempre en el punto de vista del Otro, el ego se refiere a un sí mismo sin Otro.  Si en el comienzo de la enseñanza de Lacan el yo se constituye si y solo si hay una adecuada posición del sujeto en lo simbólico, como lo demuestra con el caso Dick de M. Klein; por el contrario, en la última enseñanza de Lacan, el Otro se constituye a partir del cuerpo, y es por eso que con el caso Roberto y otros, los Lefort pudieron hablar del “nacimiento del Otro” escandalizando a su época, y no es casualidad que el autismo nos encuentre aquí.

Todavía considero necesario hacer una precisión más.  En el Lacan de “De nuestros antecedentes”,  la locura del yo y su desconocimiento llega tan lejos como para producir una forclusión del Otro en un delirio de identidad que consiste en creerse igual a sí mismo, (yo = yo); “si es una creencia consiste en creer en una identidad de sí que no pasaría por el Otro” (7).  En tal caso, el yo sería sin Otro pero la relación sigue siendo la identificación y no la pertenencia.  Este punto resulta importante a la hora de establecer algunas distinciones clínicas en el imperio imaginario de nuestra época del Otro que no existe.

De esta manera en la última enseñanza de Lacan, al igual que en Joyce, el ser y el cuerpo se sueltan, uno hacia la cuerda de lo Simbólico y el otro hacia la cuerda de lo Imaginario. Cito a J.-A. Miller: “Esta disyunción es fundamental porque el pensamiento anterior al nudo identifica el ser con el cuerpo” (…) “Pero si la perspectiva borromea introduce el tener, lo hace para desunir el ser y el cuerpo”. (8)

Creo que solo así se puede apreciar la novedad, el punto de partida absolutamente diferente que significa decir que el parlêtre tiene un cuerpo o cree tener Un-cuerpo. Novedad no solo para el psicoanálisis del siglo XXI, sino también para todos los discursos sociales que se derivan de Aristóteles, es decir todos los discursos en los que de una u otra manera el sujeto es un cuerpo.

Así como Lacan entraba al psicoanálisis con el estadio del espejo diciendo que la idea que tenemos del yo (moi) nos opone a toda filosofía derivada directamente del cogito cartesiano por su función de desconocimiento y negación; a su salida el ego, nos opone a toda filosofía y a toda ciencia derivada de Aristóteles, por su disyunción con el cuerpo.

 

Notas bibliográficas:

(1) Bassols, M.: «Apertura», Scilicet. El cuerpo hablante. Sobre el Inconsciente en el siglo XXI,  Grama, Buenos Aires, 2015,  pág. 9.

(2)  GasbarroC.: “Ego (y cuerpo)”, en Scilicet. El cuerpo hablante. Sobre el Inconsciente en el siglo XXI,  Grama, Buenos Aires, 2015, pág.104.

(3)  Ibíd.

(4)  Miller, J.-A.: El ultimísimo Lacan. Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 108.

(5) Op. cit. en (2), pág. 104.

(6) Lacan, J.: El Seminario Libro 23. El Sinthome. Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 206.

(7) Miller, J.-A.: Donc, la lógica de la cura. Paidós, Buenos Aires, 2011, pág. 115.

(8) Miller, J.-A.: Piezas sueltas. Paidós, Buenos Aires, 2013, pág. 65.