EL CARTEL COMO POLÍTICA DE LA ENUNCIACIÓN. Trabajos presentados en las XXXIII Jornadas de Carteles de la EOL. 14 de septiembre. Mar del Plata
Iara Suarez
En una noche del consejo, Fabián Naparstek decía que los jóvenes introducen nuevos significantes y son los que hacen entrar a la ciudad en la Escuela. Encontré expresada en este argumento una de las razones por las que me interesa formarme en la Escuela: es la de no comprender demasiado la lengua de mis futuros analizantes y participar así de la elaboración de lo que sale como producto de la Escuela a la ciudad y hace parte del porvenir del psicoanálisis.
En el cartel que integro por la Nueva Política de Juventud, hemos recorrido y debatido textos institucionales que testimonian sobre los orígenes de la Orientación Lacaniana. Encontré allí una frase de J.-A. Miller que concentra los conceptos que me permiten continuar el trabajo sobre esa pregunta que cierne el momento que atravesamos, la cito:
“La Escuela de la Orientación Lacaniana se refiere al Acto de Fundación de Jacques Lacan. Ella pretende ser una experiencia inaugural. Eso se juzgará por la transferencia de trabajo de la que sabrá ser el lugar”. (1)
Lacan en su “Acto de fundación” de 1964 propuso hacer de la escuela una experiencia inaugural. Lo hizo sin garantías acerca de los resultados que se podían obtener, solamente sabía que el psicoanálisis se encontraba con obstáculos en este sentido. Entonces invitó a sus miembros a recrearla de un modo singular en cada uno de sus espacios para hacer avanzar el saber.
La transferencia de trabajo, como parte de la política del psicoanálisis, es, según J.-A. Miller, una articulación entre el análisis personal y la producción epistémica de cada quien, porque se trata de cómo ese producto es retomado por otros. Nos encontramos aquí, por lo tanto, frente a un lazo que no depende solo del saber, sino de su circulación por un deseo que se transmite de uno en uno.
Esta distinción es correlativa de otra, la del saber supuesto y el saber expuesto. No se trata de una oposición, sino de una articulación que se produce justamente al sostener la pregunta acerca de qué es un analista. En efecto, esa pregunta, por una parte, pone en cuestión a todo aquel que se encuentra dentro de la escuela. La escuela deja de ser un refugio donde se asegura que adentro hay analistas, para convertirse en el lugar donde cada uno es atravesado por esa pregunta de modo radical.
En las sociedades analíticas anteriores a la Escuela, el saber supuesto era un refugio para el analista asegurado, desde el cual las suficiencias y las beatitudes apretaban a los jóvenes zapatitos. En la escuela de Lacan, no alcanza con esto; es necesario pasar al saber expuesto. No se trata de cantidad, de acumulación o de erudición, sino de que ese saber que se expone lleve la marca de la relación del practicante con el psicoanálisis, y desde ese lugar tenga chances de resonar en otros.
La Nueva Política de Juventud es un aspecto de las incipientes políticas de apertura de la AMP. Inmediatamente surge la pregunta acerca de cómo hacer de ella un instrumento de trabajo al servicio de hacer avanzar el saber en psicoanálisis. Una respuesta, aunque por la negativa es segura: No si hacemos de ella un nuevo escalafón entre jóvenes y experimentados, o de las condiciones bajo las que se encuentran los nuevos miembros, el cortocircuito que sostiene la ilusión de que existe la manera de convertirse en miembro de la Escuela.
En este sentido y a modo de conclusión, convertir la Escuela en una experiencia, siempre inaugural, es apostar a que los dispositivos que la componen y el análisis personal, descompleten los fantasmas típicos acerca de cómo es la entrada a la Escuela, y así emerja la enunciación de cada uno haciendo que la inmersión se continúe en un lazo singular con ella.
Notas
(1) Miller, J.-A.: “Prisa”, en El nacimiento del Campo Freudiano, Paidós, Buenos Aires, 2023, pág.252.