DE NOTAR
Ana Laura Piovano
Sucede que a veces algo pasa.
Y entonces, producido el encuentro, una actividad organizada por la Sección La Plata de la EOL y la Cátedra Psicología Clínica de Adultos se vuelve verdaderamente especial y experimentamos en los tiempos que corren cierta bocanada de aire (*).
“Es Argentina con su Universidad Pública, la mejor del mundo” escribiría ya desde su Barcelona natal Irene Domínguez en Facebook.
El dicho, fresco, sincero, se publica en respuesta a los comentarios de su posteo, unos días después de que se realizara en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata “Clínica de la sublimación” y pronto resuena con los que recibiéramos en los pasillos por parte de estudiantes y colegas.
Renunciando a la tentación de escribir una reseña, de las resonancias posibles del evento escojo poner de relieve “la experiencia de transmisión viva de lo que implica investigar en psicoanálisis”.
Sólo para situar el contexto: en la mesa, Eduardo Suarez, Profesor a cargo de la cátedra Psicología Clínica de Adultos, Director de varias investigaciones y proyectos de extensión; Pablo Martínez Samper Doctor en comunicación audiovisual, Magister en estética y audiovisual contemporáneo, Director de los trabajos de fin de Master en la Facultad de Bellas Artes de la UNIR de La Rioja y docente de extensión en la Facultad de Bellas Artes e Irene Domínguez, Coordinadora del grupo de investigación de Toxicomanía y Alcoholismo en Barcelona del Instituto del Campo Freudiano y docente del mismo instituto.
Así las cosas, lo que había para empezar en un ámbito universitario no era poco. Un tema convocante, por cierto, muy poco trabajado en la formación de grado; un punto en común muy atractivo, lo que el cine enseña al psicoanálisis y un libro recién publicado con su autora presente tras haber cruzado el Atlántico.
Parada en el camino que como bien dice el poeta “se hace al andar”, la actividad, reprogramada en virtud de un paro docente y no docente, requirió a último momento en función de su masividad de una migración de aula.
Desde la coordinación extraigo un detalle. Irene Domínguez, diplomada hace ya unos años con una tesis que llevara como título Recorrido de la Sublimación en este viaje a Argentina venía presentando en distintos sitios su libro recorridos de la sublimación en plural y con minúscula.
Habida cuenta del público, gran mayoría de estudiantes que hacen sus primeros pasos en las prácticas profesionales supervisadas y en la escritura de sus TIF (trabajos integradores finales) merecía ponerse en relieve.
En su presentación, Irene testimonia cómo incluso de una tesis que nunca existió pudo devenir metamorfoseada una investigación a la que dedicara gran parte de su vida.
En su caso, en la medida en que lo pendiente, se constituyera en saldo para encontrarse con la sublimación, destino de la pulsión freudiana situado como uno de los conceptos más escurridizos de nuestra doctrina.
Y así, por el mismo rasgo de no dejarse asir fácilmente, a la hora de investigar nos cuenta hubo que seguirlo, renunciando a un único camino lineal e inequívoco, recorrerlo, en sus múltiples vías posibles.
Recordamos que al conceptualizar la sublimación el padre del psicoanálisis echó mano de un proceso de la física consistente en pasar, como el hielo seco, de un estado sólido a un estado gaseoso sin pasar por el estado líquido. Generalmente puesta en relación a la creación artística lo cierto es que resulta crucial en el abordaje clínico del final de análisis, así como también en relación a la declinación paterna. La sublimación, precioso resto fructífero de la clínica psicoanalítica deviene, es la idea que se hace del asunto Irene Domínguez, un concepto éxtimo a nuestra doxa.
Picando en las preguntas abiertas quedará su relación al sinthome y en base a los comentarios del público, cómo aparece tanto en las curas que conducimos como en los testimonios de pase, cuando un análisis es llevado hasta su propio final.
Busco en el libro la referencia de la autora al pasaje que pusiera sobre el tapete al iniciar mi intervención: «(…) aquel puerto de llegada que constituyó el DEA, aquel Recorrido de la Sublimación se transformó en un nuevo punto de partida. De aquel título “Recorrido” a estos “recorridos”, del singular al plural, de la mayúscula a la minúscula, como en El Seminario, Libro 16 De un Otro al otro de Lacan, el concepto sublimación pasó, por así decirlo, de su estatuto teórico al práctico (…) Cada invitación a trabajar, cada cartel en el que participaba, cada escritura, continuó preñada de las preguntas sobre la sublimación». (1)
Resulta interesante la idea que las verdaderas preguntas embarazan, dividen al analizante que investiga. Si la clínica como siempre recordamos no es la práctica, sino una elucubración de saber respecto de la misma, investigar en psicoanálisis, arrimamos cierto intento de definición, es dejarse llevar por esos interrogantes que hacen cosquillas en lo sabido, haciendo uso de diversos instrumentos (en el testimonio de Irene es fundamental el dispositivo del cartel).
Con entusiasmo ella da cuenta de un cierto ejercicio en acto que nombra “saber-hacer-ahí” para dejar que aparezcan nuevas hipótesis y hallazgos.
Del Recorrido a los recorridos (los suyos, que ella tiene la generosidad de compartir) se produce un movimiento, dirigido a un objeto no sexual- una investigación puede serlo- con efectos de satisfacción libidinal muy concreta.
Es que investigar en psicoanálisis afecta la práctica misma, en tanto implica darse el permiso de hacer uso de una formación a beneficio de ese “saber-hacer-ahí”.
Parafraseando a Antonio Machado, queda flotando tras la actividad especial eso que surge de cada paso en los recorridos propios que no por andar en solitario resultan sin otro. Para correrse un poco y ver cómo incluso las detenciones, los obstáculos, dibujan “estelas en la mar” conviene siempre una pausa aun yendo muy rápido.
La afirmación de la autora en el libro “La particularidad de investigar en psicoanálisis conjuga el hecho de hacer de una íntima obsesión contenida en un puñado de preguntas, una orientación de lectura y terreno de diálogo con los otros” (2) se pone francamente en escena un día cualquiera en el espacio de un teórico de una materia de sexto año de la carrera de psicología.
Y, al final, entonces, “clínica de la sublimación” habría de ser la excusa perfecta para la transmisión de aquello en lo que puede transformarse investigar cuando un deseo inédito hace las suyas.
Resta el entusiasmo que se manifiesta en los comentarios de quienes hacen sus primeros pasos, la valoración de lo que implica la presencia del psicoanálisis vivo, allí, aún hoy, en una universidad pública que es preciso defender.
Hay del psicoanálisis en la facultad en los tiempos que corren.
Resta, flotando en el aire que el propio movimiento produce, tomarse en serio y con alegría, la transmisión de lo que se investiga.
Porque sucede que a veces pasa que experiencia libidinal mediante, los aplausos se extienden de un modo evidente y pasan los días y sigue resonando más allá de los enunciados algo del orden de la enunciación.
Si el psicoanálisis habita en la distancia que se abre entre lo que se dice y lo que se intenta decir, producto de la investigación no son sólo las páginas escritas sino la estela que a su paso deja quien las produce y goza de pasar a otros.
Queda de nuestro lado tras la actividad (ya sí especial) una particular satisfacción, esa que también sucede a veces y de la que es preciso testimoniar.
Nada más. Nada menos.
(*) Actividad Especial en la Facultad de Psicología, UNLP: “Clínica de la sublimación”. Presentación del libro Recorridos de la sublimación de Irene Domínguez. 3 de septiembre
Notas
(1) Domínguez, I.: Recorridos de la sublimación, Grama Editorial, Buenos Aires, 2024, pág. 16.
(2) Ibíd., pág. 13.