De la tragedia a la comedia. Un paso para tomar en serio

EL FIN DE ANÁLISIS Y LA SALIDA DE LA TRAGEDIA. XI Jornadas EOL SLP

Marina Recalde

Agradezco estar en esta preciosa mesa, conversando sobre este tema. Mi idea fue traer algunas puntuaciones, para abrir a una conversación no solo entre nosotras sino también con ustedes. La invitación tomó en cuenta dos cuestiones, la primera la elección de algún párrafo de la Noche de enseñanza del cartel del pase y la segunda, intentar establecer cierto lazo con la temática de la jornadas.

El fragmento es del texto que presentó Irene Kuperwajs y dice lo siguiente: “La figura del ombligo como cicatriz del agujero que menciona Lacan en la Respuesta a Marcel Ritter, muestra el punto en el que algo se anuda y se pierde. Pero también lo que queda. Esta elucidación final, tiene que haberse experimentado. La cicatriz indica el punto al que se llegó. La lectura de estas cicatrices me enseñó sobre la íntima relación entre duelar el objeto y la separación del analista”. Y agrega: “el analista tiene que dejarse dejar”. Ahí menciona una dificultad, el apego transferencial.

Elegí este párrafo porque había prestado particular importancia a ese punto esa misma noche, porque me evocó El Seminario 8, La Transferencia(1), donde Lacan toma la referencia de El Banquete de Platón(2), al que le dedica gran parte del seminario. Y también evoqué a Aristófanes, uno de los oradores de ese banquete. Lo evoco por dos cuestiones. La primera, por el mito que ahí él inventa, del cual simplemente voy a mencionar que habla de los hombres, las mujeres y los andróginos. Esos primeros seres circulares con múltiples extremidades y que Zeus ordena cortar, y les condena a que traten de buscar su otra mitad. Y de ese corte, con la piel que sobra, se hace el ombligo, huella en el cuerpo que será el testimonio perpetuo de la castración decidida por Zeus y su recordatorio. Casi casi como esa cicatriz que recuerda que es imposible hacer de dos, uno. Y que además me parece necesario recordarlo aquí con miras al próximo Congreso de la AMP. Porque también indica que la relación sexual no existe.

Y por otro lado, el llamado “hipo” de Aristófanes, que aparece cuando tiene que tomar la palabra y, al no poder dejar de hipar, le pide a Erixímaco que la tome. Y ahí aparece la primera cuestión cómica, en el sentido de lo gracioso, en torno a cómo parar el hipo. Y hablan de cuestiones que tiene que ver con el verbo “paúo”, cesar, calmar -el hipo-, y que remiten a Pau…sanias. Precisamente Pausanias era quien había hablado del amor en tanto ese acto que permite instalar una completud, y en ese punto en El Banquete, se ubica la risa contenida que había tenido lugar precisamente en el discurso de alguien que decía que el amor podía ser una completud. Creer en la completud del amor da gracia… cuando no da mucho sufrimiento. Vemos la veta cómica de Platón, que me permite cabalgar ahora hacia el tema de las jornadas.

El texto que tomé, está extraído del argumento de esta Jornada: “La comedia juega con el equívoco, que permite cambios y giros sorpresivos en la trama, es decir, es un primer punto de lazo entre la comedia y la contingencia. A diferencia de la trayectoria ineluctable, que no se puede evitar, que sigue la tragedia. La vida pasa, siempre de todos modos, pase lo que pase”. Esto me parece que es importante, los neuróticos debiéramos recordar que, como dijo John Lennon, la vida pasa mientras estamos ocupados en otras cosas.

Sigo con el argumento: “Cuando el héroe cómico tropieza se ve en apuros, pues bien el pequeño buen hombre, empero, todavía vive”.

Como dice Jacques-Alain Miller, la comedia llega más lejos que la tragedia, habría que tratar de no olvidarlo. Me pregunto a qué punto llega. Una lectura posible, creo que es en tanto y cuanto uno se desliga del Otro, pero no sin pasar por él. Se desliga de ese gran Otro que además, y paradójicamente, uno se ha inventado, lo sepa o no lo sepa.Y que la neurosis, siempre trágica, intentó colmar desesperadamente. Si, como nos recuerda Miller, el pase solo tiene sentido si la tragedia queda en el pasado, me parece que lo que hay que dejar en el pasado es ese punto donde el sujeto neurótico deja su destino en manos de este Otro que se inventa.

Vayamos a lo cómico, que no es estar riéndonos todo el tiempo. Sabemos que hay risas inmotivadas, otras que burlan al superyó cuando algo atormenta…eso no tiene nada que ver con el final, con el pasaje de la tragedia a la comedia.

Si tomamos a Freud, y su pregunta por el placer de lo cómico, dice que hay un gasto que ahí se ahorra, pero no en el sentido de la avaricia, sino en el del alivianamiento que se produce en la representación. Cae ese Ideal que se pone en juego, en tanto lo cómico apunta a hacer caer ese Ideal, que nos obliga a sostener una representación en la que un tropiezo nos derriba de un plumazo. Creo, en esta perspectiva, que pensar el pasaje de la tragedia a la comedia también va en contra de la infatuación, esa que nos hace ver muy orondos mirando para arriba y olvida que inevitablemente tac, nos vamos a tropezar con alguna piedra, esa que nos recuerda que no somos excepcionales, sino todos excepciones.

La dimensión de lo cómico, y la del humor que lleva a lo cómico, finalmente es la dimensión de lo real, con la que tenemos inevitablemente que lidiar. El análisis llevado al final permite hacer otro uso de eso, alejado del pathos, y formando parte del tejido del sinthome.

Creo que lo único que puede posibilitar que nos riamos un poco -insisto, un poco- de algunas cosas de la vida, es trabajar sobre eso para que esas cosas no terminen riéndose de nosotros.

Hay diferentes maneras que fui encontrando en los testimonios de pase respecto de esto que ubico como ese “dejar atrás la tragedia”. Porque no se trata de si nos pasaron buenas o malas cosas, sino que es ese plus de sufrimiento en la lectura que hacemos de esas cosas lo que le da ese tenor. El Edipo es trágico, porque deja todo en manos del Otro. Liberarse un poco de eso, extrayendo el objeto, como decía Paula Vallejo, es hacer un nuevo uso de eso. Evocaba a Ram Mandil y su “bajo la sombra de la muerte, la sonrisa de la vida”(3). No es la carcajada, la risa, es la sonrisa, es ese golpe de vida en la juntura más íntima. Es lo que hace que uno consienta a la vida, y consienta a eso incurable, también.

Termino con una frase del video de Hernán Casciari, que vimos hoy en la apertura. Creo que tenemos que saber que si estamos atentos siempre habrá alguna almondiga,en algún patio, a la vuelta de la esquina, de cualquier escuela. Solo hay que estar abiertos a ese encuentro.

Pregunta de Ariel Hernández a Marina Recalde

Me voy a orientar por la Noche de las Enseñanzas del Pase donde Marina Recalde planteó cuestiones que me parecieron muy interesantes. Aprovecho estas Jornadas, esta Mesa y su presencia para poder conversar sobre un punto en especial que tiene que ver con la transferencia en el fin de análisis y la operación del analista en ese momento.

En la Noche de las Enseñanzas, Irene Kuperwajs hizo una presentación cuyo título ya orienta, se llamó “Leer la cicatriz”. (4) Se sirvió de una indicación de Miller en la cual dice que cuando uno realiza auténticamente la experiencia analítica queda la cicatriz de la separación. Irene nos transmitió esa noche, en función de su experiencia en el Cartel, distintas separaciones. Me interesa puntualmente la separación del analista, en este punto, leer el “del” desde el genitivo tanto objetivo como subjetivo.

Marina, vos pusiste el acento en que el analizante no es una obra del analista, indicación clínica y política muy fuerte y precisa de Miller, y también te serviste del testimonio de Florencia Dassen, del cual recortaste el sintagma “disponer de la transferencia”. Ubicaste “este disponerde la transferencia” tanto del lado del analista como del lado del analizante. Me gustaría entonces, si pudieras decirnos algo más con respecto a ese punto y en especial a “que el analista se deje dejar”, en palabras de Irene Kuperwajs o como lo dice Miller, “ser dejado caer”. (5) Entonces, la pregunta es sobre la mutación de la transferencia y la operación del analista ahí en el final.

Respuesta de Marina Recalde

“Disponer de la transferencia” es un sintagma que yo le escuché hace muchos años a Florencia Dassen. Me acuerdo de eso por el impacto que me causó, porque me resultó sumamente novedosa, al menos es mi lectura, la manera de implicar en este desasimiento al analista y al analizante. Es decir que ambos consienten en decir “hasta acá”. Me pareció oportuno señalarlo en lo que transmitía Irene Kuperwajs en aquella Noche en la Escuela, porque, si recuerdan su testimonio, ella ubica la dificultad de hacer el duelo, de dejar caer este objeto. Ubica la dificultad para poder salir del análisis y cómo un día se encuentra sola en el consultorio y el analista aparece de pronto y le ruge “¿Y vos, qué haces acá?”. (6)

En ese punto, creo que el analista debe posibilitar dejar salir al analizante por el buen agujero, para decirlo de alguna manera. En el caso de Irene, ella transmite su desesperación por extraer algo más de ese vacío. Extraer algo más y algo más y algo más. La analista -y ésta es la frase que me parece interesante- le dice “¡el vacío también se come! ¡Al horno con papas!”. (7) Efectivamente, lo que le marca es que eso podía llenarse hasta el hartazgo, hasta la náusea y dejarla muy gozosamente pipona.

La analista no iba a consentir a eso. Entonces, el analista también tiene que consentir en dejarla ir. Si no consiente, pienso que se trata de algún punto ciego del analista o de algún punto no analizado, que hace que retenga. En este caso, hubiera sido seguir consintiendo a dar vueltas y vueltas llenando ese vacío. Y se trató de una interpretación más en términos de una constatación: no había más, es eso. E Irene termina su análisis.

Es en ese punto, por lo menos yo así lo entiendo, que el analista tiene que dejarse dejar. Y para el analizante, más allá de disponer de eso, podemos decir que todo este trayecto que va del horror de saber al deseo saber, de la tragedia a la comedia, implica ese punto de llegada en donde, tal como dice Oscar Zack, se da “la buena respuesta, contingente, a la contingencia”. (8)

La neurosis empuja a dar una respuesta repetida, repetitiva, a la contingencia, con la ilusión de obtener otra cosa. Entonces se trata de toparse con eso y poder hacer un nuevo uso de eso. Me parece que lo nuevo en todo caso es el uso, más allá de qué significante se trate. Poder disponer de eso que ha formado parte de la estofa del sentimiento de la vida de cada uno, ese sí más radical a lo vivo, pero ya no al servicio de lo que la neurosis insuflaba. Esto implica también consentir a que el Otro no existe, pero sin olvidar que –como dijo Xavier Esqué alguna vez- “mi análisis no terminó con la mirada, es decir, que hay miradas que, afortunadamente, todavía me importan”. (9)

Notas

(1) Lacan, J., El Seminario, Libro 8, La Transferencia, Buenos Aires, Paidós, 2004, p.29
(2) Platón, El Banquete, Buenos Aires, Quadrata, 2004
(3) Mandil, R., La bolsa, (el vacío), y la vida. Una experiencia de análisis, Buenos Aires, Tres Haches, 2017, p.17
(4) Kuperwajs, I.: “Noche de Enseñanzas del cartel del pase H11”, 6 de agosto de 2024, inédito
(5) Miller, J.-A.: Cómo terminan los análisis. Paradojas del pase, Grama, Buenos Aires, 2024
(6) Kuperwajs, I.: “Tomar la palabra”, primer testimonio, Revista Lacaniana 27, Grama, Buenos Aires,2019, p.115
(7) Ibíd
(8) Zack, O.: Los decires del amor, Grama, Buenos Aires, 2012, p.106
(9) Esqué, X.: “Lo éxtimo empuja”, Revista Lacaniana 3, Grama, Buenos Aires, 2005, p.58