El pasado miércoles 10 de Septiembre tuvo lugar, en la sede de la EOL Sección La Plata, la cuarta y última Noche del Directorio dedicada a la práctica analítica. En esta oportunidad el tema elegido fue “El control en la Escuela”. Paula Vallejo –a cargo de la coordinación– comienza presentando a los integrantes de la mesa: Flory Kruger, Belén Zubillaga y Alejandra Gorriz. Antes de darles la palabra, y a los fines de propiciar una conversación posterior, destacó un “detalle pintoresco” del afiche que anunciaba la actividad: el juego de pool. Juego que, si bien requiere de destreza y habilidad (saber-hacer), no es sin el principio de “intermediación”.
Flory Kruger, valiéndose de una frase de Lacan de la “Proposición del 9 de Octubre…” tituló su texto “Lo que existe entre nosotros”(1) para desde allí intentar ceñir en la actualidad de la Escuela, la nuestra, el control. Realizó un exhaustivo recorrido sobre el tema y retomó no sólo las referencias freudianas –y su importancia capital en la formación del analista–, sino también la distinción con otras orientaciones que no siguen la enseñanza de Lacan. A partir de la pregunta “¿qué es lo que un analista busca cuando se dirige a un control?”, circunscribió un dato de estructura insoslayable que se juega en el control: “la confrontación con la castración”. Por último, se detuvo en precisar y articular la experiencia del pase y el control.
Belén Zubillaga, tituló su texto “El analista en apuros”. A partir de dos experiencias de control recortó y puso en tensión dos momentos diferenciados de su formación, los inicios y “lo ultimísimo”, experiencias puntuales que por sus efectos permitieron delinear dos figuras del control: “el analista sobrepasado por su acto” y “el analista sobrepasando el acto”. En los inicios, la sacralización del control, pasando por un período de rechazo y luego un retorno al control “como práctica continuada”.
A partir de una experiencia de control, a la que acudió “horrorizada” por un lapsus suyo que revelaba la verdad de la paciente –no del practicante– elaboró dos salidas posibles que intentaban evitar la sorpresa. A partir de ello, Belén situó una modalidad del control que llamó “Control de apuro”, aquel que llega un poco tarde, “que desangustia al analista sobrepasado por su acto. Sorprendido en lugar de soprendedor”. Retomó una expresión de Leonardo Gorostiza: “control SOS” y destacó que ese estado de urgencia se da aún en la práctica sistematizada de control.
En un segundo momento, retomó uno de los “ultimísimos controles” al que acudió “sabiendo”, “más canchera”, con una “sospecha prevenida”. Una pregunta de la analista de control reveló la suposición de un saber “no tan en reserva” y dejó ver otra cara del control: “el analista que sobrepasa su acto”.
Por último nos interrogó en torno a la distinción entre el control del caso y el control de la posición del analista, no sin antes detenerse en la necesaria distancia entre el análisis –al que acude el analizante– “con su síntoma, su fantasma, su real” y el control –al que acude el practicante– para despejarlo de su práctica y “recuperar la distancia necesaria de su propia defensa contra lo real”.
Por su parte Alejandra Gorriz tituló a su texto “Control- transferencia de trabajo-comunidad analítica” e intentó, a partir de él, cernir el “movimiento que puede darse del control al trabajo en comunidad analítica o a la Escuela”. Se detuvo en precisar lo que para ella fue pensar la articulación entre el control y la Escuela, lo privado y la comunidad. También a partir de dos experiencias de control –en este caso de los inicios de su práctica–, pudo señalar las marcas en su formación, sus efectos, la transformación que operó en ella posibilitando un pasaje de la búsqueda del “manual de procedimiento” a una orientación por el deseo del analista.
En la primera de ellas, la elección de un “analista” para los primeros controles tuvo una marca universitaria que hoy puede leer como una “relación académica al saber” en la que se posicionaba como “aprendiz”. Búsqueda de garantía, “respaldo de saber” que dejaba a la practicante en una posición de evaluación poniendo en primer plano “lo que no se sabía del caso y debía saberse”.
En un segundo momento, una serie de controles –con otro analista y al que también se dirigió en posición de aprendiz– posibilitó decantar, retroactivamente, dos cuestiones: una que atañe al practicante, sus dificultades; y otra, al encuentro con un deseo de saber que difiere del académico. Ambas cuestiones delimitaron un transitar nuevo, no sin angustia, que la puso a trabajar una vez más sobre el deseo del analista: análisis, control y cartel en la Escuela. Precisó así un momento de su formación que la interrogó –y aún lo hace– sobre su posición en la práctica, su relación al saber, al psicoanálisis y a la comunidad analítica.
Por último, Alejandra se sirvió de una cita de Lacan –“el analista solo se autoriza de sí mismo… y de algunos otros”– para señalar que el control, a su entender, propiciaría la inclusión de esos “algunos otros” que balancean la posición del analista y allí articula su relación a la Escuela.
Paula Vallejo inició la conversación destacando algunos pasajes del texto de Flory y el valor testimonial que tuvieron las experiencias de control presentadas por Belén y Alejandra. La noche concluyó luego de una amena conversación con el auditorio.
Notas:
(*) La presente reseña es una ampliación de la publicada el 11 de Septiembre de 2014 en Facebook EOL Sección La Plata (https://www.facebook.com/EOLSeccionLaPlata/photos/pb.184694505066989.-2207520000.1413762305./291756414360797/?type=3&theater)
(1) Texto completo publicado en la presente edición del Blog (link)