CUARTO ENCUENTRO PREPARATORIO HACIA EL VIII ENAPOL: GADGETS EN FAMILIA – EOL Sección La Plata, 23 de agosto de 2017
Agustín Barandiarán
“Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, más específicamente nuestra familia, que nos habla” (1). Este es uno de los pasajes extraídos de El Seminario, Libro 23, donde Lacan se refiere a la familia aunque de un modo indirecto ya que el acento está puesto en el sujeto como no dueño de su propias palabras. Sin embargo, esta cita se acomoda bien al modo en que Jacques-Alain Miller define la familia en la conferencia “Cosas de familia en el inconsciente”, ya que allí afirma que “la familia es la encarnación del Otro”, “es el lugar donde se aprende la lengua materna” (2). Esta definición se sostiene desde lo simbólico y se aleja de cualquier intento de homologar la familia a un orden natural. Además permite dar cuenta de lo estructural y de aquello que se mantiene más allá de las transformaciones según la época y contexto social.
Esta conferencia enuncia que la familia se organiza en torno al secreto que es siempre un deseo no dicho, un secreto sobre el goce. Más precisamente al goce como héteros, como aclara Miquels Bassols en “Famulus” (3). En este sentido, la metáfora paterna que ordena con un significante amo el goce de la madre y da un sentido fálico al deseo de ella, no es lo esencial. Si bien la familia para el psicoanálisis se ordena alrededor del deseo materno, el Nombre del Padre y los objetos a. Lo esencial es el goce.
Me interesa ver qué sucede cuando no se intercede sobre el goce materno, cuando no se normativiza según el Edipo.
La familia, entonces, tiene de real ese secreto-goce, lo demás es semblante. Ubicar al gadget dentro del contexto de la época, es decir de lo que Gilles Lipovetsky llamó la “hipermodernidad” y que Lacan tiempo antes anunció como el ascenso a lo más alto del objeto a, es necesario para no quedarse sólo en la discusión de lo antiguo y lo moderno o cómo se goza hoy en comparación con otras épocas. Para que el gadget no sea solo un avance tecnológico, como alguna vez lo fue el teléfono o el automóvil, pienso que hay que circunscribirse a considerarlo como un producto de la tecnociencia y del capitalismo tardío –con su plus de gozar– que pone en juego a todas las estructuras sociales o instituciones por más sagradas que estas fuesen.
Es lo que subraya Miller en “Una fantasía”, “La dictadura del plus de gozar hace estallar el matrimonio, dispersa la familia y modifica los cuerpos” (4). Dictadura que hizo temblar todos los semblantes incluso los psicoanalíticos como la castración, el Complejo de Edipo y el Nombre del Padre. Esto da cuenta de que lo simbólico no domina lo real sino que le está subordinado, y esto es válido para la familia también, que se ve subordinada a lo real.
Con estas coordenadas es válido preguntarse por el deseo e incluso por el amor, cuando el gadget es el objeto a en el bolsillo, es difícil dar lugar a la castración, como queda demostrado en el discurso capitalista.
La función del padre es dar sentido al deseo materno, esto a la vez es una función de mediación, de castración. Si no hay mediación, el niño queda capturado como objeto a en el fantasma materno. No se produce la separación del objeto a y el –q. Es decir si el niño satura la falta materna, no queda lugar para que se situé en la vía del deseo. Lacan expresa esta posibilidad así: “El niño está involucrado directamente como correlativo de un fantasma (materno) (…) Realiza la presencia del objeto a en el fantasma –y agrega– satura, al sustituirse a este objeto, el modo de carencia en el que se especifica el deseo cualquiera sea su estructura…”. (5)
Son conocidos los avances médicos en torno a la gestación, sin embargo la reciente noticia sobre el nacimiento del “bebé perfecto” que sucedió hace pocos días en nuestro país, es oportuna para pensar al niño como gadget. Un niño sin anomalías cromosómicas. El bebé perfecto, entonces, al que no le falta nada es un producto de la ciencia, que a su vez tiene un precio. ¿Cómo pensar el deseo de los padres?, ¿qué sucede con el amor cuando lo que se ama se puede comprar?
Lacan afirma que el capitalismo deja por fuera las cosas del amor, ya que en ese girar infinito, en ese giro en falso propio de este discurso, el objeto a (como plus y no como causa) se reintegra incesantemente al $, como si el goce volviera al sujeto sin pérdida. Si no consentimos en que parte de nuestro goce autista se pierda, nada obliga a ir al Otro a buscarlo. Entonces me pregunto ¿cómo pensar los asuntos de familia sin pasar por las cosas del amor?
En el grupo de trabajo “Gadgets en familia”, nos interrogamos por la función de éste, considerando que los efectos en la economía del goce en la familia son variados, es decir que el gadget no siempre cumple la misma función.
En este contexto me pregunté por las cuestiones del amor, qué efectos, más allá de la función que el gadget, pueden tener.
El ejemplo citado es real, no es ciencia ficción. Sin embargo, el grupo se caracterizó por aludir y dejarse enseñar por ella, pensada como un intento de hacer retornar algo de lo real que la ciencia forcluye, Aunque en algunos casos ya no es necesario recurrir a ella para dar cuenta de ciertos fenómenos.
Notas
(1) Lacan, J.: El Seminario, libro 23, El Sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2005, pág. 160.
(2) Miller, J.-A.: “Cosas de familia en el inconsciente”, Mediodicho #32, Córdoba, 2007, págs. 17-18
(3) Bassols, M.: “Famulus”, en Lacan XXI Revista Fapol online, http://www.lacan21.com/sitio/2016/10/25/famulus/, 2016.
(4) Miller J.-A.: Punto Cenit. Política, Religión y Psicoanálisis, Colección Diva, Bueno Aires, 2012, pág., 47.
(5) Lacan J.: “Notas sobre el niño”, en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, págs. 393-394.