Intervención Christian Ríos
Fundamentalismo analítico
Christian Ríos
La primera noche de Directorio se caracterizó por un enriquecedor debate entre miembros y asociados en torno al material clínico y los trabajos presentados.
En este breve escrito, quisiera hacer mención a un punto referido a mi intervención en dicha noche, al tiempo que retomar una de las vías por las que circuló el debate.
En primer lugar, remarcar la importancia de la intervención de la analista de invitar a la paciente a la sesión presencial. Ante un sujeto que desaparecía, incluso en la pantalla, la intervención convoca al cuerpo y su cuidado. A partir de allí, y como efectos de otras intervenciones se abrirá un trabajo orientado hacia la invención de una solución en la lógica de la singularidad del caso.
Por otro lado, quisiera retomar el término fundamentalismo. Dicho término se utiliza en el caso para dar cuenta de la posición del sujeto frente al síntoma en un primer tiempo de la consulta. Considero que no conviene deslizarlo al campo socio- político, como tampoco utilizarlo para remitir a la rigidez observada en el nivel de la solución a la que
había arribado el sujeto.
En este punto, intenté situar alguna diferencia entre el “fundamentalismo” del primer tiempo de la consulta y el “fundamentalismo” del tiempo de la solución. La principal de ellas, constituye el hecho de que, a partir del acto de nominación de la paciente, se evidencia no solo un importante efecto en su cuerpo, sino también la posibilidad
concreta de un lazo, rodeo, por el Otro.
Aun así, y para concluir, me pregunto: ¿el síntoma no es, en su iteración, siempre fundamentalista? ¿El análisis no constituye una experiencia, que en caso de llegar a un buen puerto, nos permite un saber y hacer con nuestro propio fundamentalismo?
Intervención Sebastián Llaneza.
De un recuerdo a otro
El pasado 27 de abril se llevó a cabo, bajo la modalidad presencial, nuestra primera noche del directorio. La misma llevó por título “Clínica del No-Todo ¿Cómo se analiza hoy? Un cuerpo sustentable”
En dicha ocasión la presentación de un caso clínico me evocó dos recuerdos que, a pedido del Blog, paso a compartirles.
El primero de estos rememora la época en que, en el ICdeBA (Instituto Clínico de Buenos Aires), existía un departamento de investigación reconocido bajo las siglas “A y B”(1) en donde diferentes psicoanalistas de Orientación Lacaniana, asesorados por Graciela Brodsky, se dedicaban a pensar los distintos y posibles abordajes de lo que
aún, en medicina nutricional, se denomina “Trastornos de la alimentación”. A partir de numerosas observaciones clínicas en torno a la operación anoréxica los colegas supieron destacar que, más que tener que ver con un trastorno de la alimentación, lo que allí se pone de manifiesto consiste frecuentemente en una psicopatología del amor. Pues
debido a una falla en la versión a-peritiva del padre (Jacques Lacan la nombra así en su vigésimo segundo seminario), el pedazo de carne se vuelve intragable en tanto la falta de velo, que debiera introducir el amor del padre, no permite convertirlo en un objeto alimenticio, el objeto carne no logra de ésta manera transformarse en un aperitivo.
El segundo recuerdo, determinado por la dirección de la cura en el caso expuesto, consiste en una intervención de Oscar Zack enmarcada en las segundas jornadas de nuestra sección abocadas al estudio del cuerpo y sus fanatismos. En dicho contexto, e inspirado en la lectura del escrito de Lacan intitulado “Kant con Sade”, Zack afirmó que
ante los desarreglos del goce el sujeto debe hacerse una conducta. Dicha tesis resuena efectivamente con el caso trabajado. Pues a través de un proceder disciplinar, generado en transferencia, el sujeto logra insertarse en el lazo social evitando, a su vez, que su cuerpo levante campamento.
Notas:
(1)Departamento de Anorexia y Bulimia.
Intervención Ana Piovano
Retomando el “hacerse una conducta”. Formé parte junto a Oscar Zack y José Damiano de la comisión científica de nuestras segundas jornadas “El cuerpo y sus fanatismos”.
Nos preguntábamos entonces por la relación, en el fanatismo del cuerpo, entre identificación y pulsión, enmarcando el recorrido bibliográfico en una frase de Amos Oz: “Muy a menudo el fanático solo puede contar hasta uno, ya que dos es un número demasiado grande para él o ella”.
Puede hallarse en nuestra web http://www.eol-laplata.org/template.php?sec=Jornadas-
y-eventos&file=Jornadas-y-eventos/II-Jornada-Anual-2015.html el argumento de esas jornadas, que situaba nuevos modos de agrupamiento engendrados por el fanatismo del síntoma.
Hoy me interesa retomar la hipótesis del deseo del analista como antídoto del fundamentalismo anoréxico, proponiendo extenderla a cualquier fundamentalismo.
En cuanto a la intervención en la lógica del no-todo, me interesa subrayar, retomando lo planteado por Christian Ríos, la coyuntura especialísima de la indicación extrema bajo la cual, estando “por cuidado, todos encerrados” se produce la “imprudencia” concatenada por la que ambos partenaires de la escena analítica desplazan los cuerpos para concurrir al consultorio.
Intervención Jorge Luis Santopolo
Un orden de hierro ¿admite cambio?.
Fue una noche especial, la primera… noche del directorio en este 2022. Pero la primera de exclusiva presencialidad desde la discontinuidad que introdujo el virus. Y se hizo sentir… como reencuentro. ¡¡Cuánto del “affectio societatis” descansa sobre el encuentro de los cuerpos hablantes!!
Como bien lo destaca la reseña, hubo – hay hoy aún- un puñado de hilos de conversación que delimitan la posibilidad de líneas de trabajo. Uno de esos hilos me interesa puntuar en esta oportunidad. Ya en su comentario Alejandra Gorriz abrió la posibilidad de pensar “la rigidez del hierro” en el horizonte mortífero de un pedido que la analista lee en clave transferencial. Y aventura la pregunta por un amor real. La referencia a un orden de hierro sostuvo, a mi entender, el hilo de conversación que destaca el movimiento, la sutil transformación que va del fundamentalismo hacia una militancia vital. Los contrapuntos delimitaron la diferencia entre uno y otra de manera notable en la singular posibilidad de participar de un lazo, que el cuerpo tome consistencia y la voz se haga oír, entre otras cuestiones. Ello a partir de la producción en el análisis de un significante del que se interrogó su estatuto. Pero, a mi entender, la
rigidez del orden de hierro sigue presente en el modo en que trata su cuerpo, su vestimenta…etc. El detalle más interesante es que por más sutil que sea el desplazamiento parece anudar el imaginario corporal de un modo más vivible, menos mortífero; cuyos efectos, aun por verificar, podrían instalar la “militancia vital” en la dirección del uso, el ejercicio y la duración que requiere el sínthoma para convertirse en un estilo de vida…
Intervención Adriana Fanjul.
A partir de la conversación que suscitó el caso presentado por Belén Zubillaga en el marco de la primera actividad de Directorio: “Clínica del no-todo. ¿Cómo se analiza hoy?” y la invitación del equipo del Blog a formalizar algo de lo que allí conversamos; recojo el guante no sin estar advertida de la dificultad de hablar de la clínica prescindiendo de hacer mención del caso.
Me interesa destacar algunos ejes que motivaron mi intervención en esa ocasión, que fueron subrayados por Paula Vallejo en el comentario del caso. El deseo del analista como antídoto –a contrapelo de los mandatos– apuesta a la singularidad –no sin riesgo– y abre paso a la transformación que allí acontece: donde la investidura de un cuerpo
fracasa, una nueva nominación (S1 que surge en el análisis) permite una identificación que no sólo le arma un cuerpo, sino que también incluye al sujeto en una clase, amplificando el lazo con los otros.
Solución que a mi entender evoca la noción de “sobreidentificación” con los roles sociales, referencia ampliamente trabajada por los psiquiatras existencialistas Tellenbach y Kraus y retomada en “La psicosis ordinaria” (1) a propósito de los “Enganches, desenganches, reenganches” para pensar la función de ciertos tratamientos del nombre. En este caso, la sobreidentificación como un tratamiento particular del nombre, inscribe la posición del sujeto a partir de construcciones identificatorias que le permiten armar un personaje, capturar vía lo imaginario –no sin rigidez– ciertos rasgos que son tomados del Otro. Es una inscripción directa de esos rasgos (S’, S’’, S’’’…), que operan no en su función de representación, sino al modo de una copia literal de un ideal social. Se trata de una “efectuación imaginaria” que hay que diferenciar de la identificación simbólica, en tanto se aproxima a “una realización de identidad, donde el
sujeto es equivalente a cada uno de esos rasgos” (2). El sujeto es esa imagen y responde por esos rasgos en su vida cotidiana posibilitando una cohesión imaginaria que encauza “el desborde de goce” ahí donde la identificación simbólica no opera. “Se trata de rasgos impregnados del rigor psicótico” (3).
El caso presentado permitió pensar el alcance singular que le aportó esa nueva nominación que –a diferencia de la nominación primera que sustituye– le permite vestir un cuerpo, aunque no de cualquier manera.
Notas bibliográficas:
(1)Miller, J.-A. y Otros: La psicosis ordinaria, Paidós, Buenos Aires, 2005, págs. 17-43.
(2)Ibíd., pág. 42.
(3) Ibíd., pág. 41.