¿A qué llamamos nuevas virilidades?

arroyoHacia el VII ENAPOL: El imperio de las imágenes

Noche preparatoria – EOL Sección La Plata, 8 de Abril de 2015

(Texto publicado en Virtualia #30, Revista Digital de la Escuela de la Orientación Lacaniana con el título: «¿La des-virilización del mundo?«)

 

Laura Arroyo

 

La civilización actual ha adquirido un funcionamiento lógico discursivo pasible de ser leído desde las posiciones lógicas femeninas.  Esta manifestación es nombrada con la expresión “feminización del mundo”, acuñada por Miller y Laurent en su curso El Otro que no existe y sus comités de ética. No se trataría de una caracterización sociológica, más bien se trataría de un nuevo orden que rige la civilización en la época actual esta vez bajo la lógica del no todo. Esto implicaría que otro modo de goce estaría modificando lo social. De modo que la excepción no funcionaría ya que no habría un conjunto universal. Ya no estaríamos bajo el imperio del Nombre del Padre sino bajo el principio de la lógica del goce femenino.

¿Cómo pensar la condición masculina en este contexto actual? ¿A qué llamamos nuevas virilidades? Son dos de los interrogantes que surgieron en mi a partir de la propuesta de trabajo del grupo hacia ENAPOL VII en el que participo: “Mujeres en el espejo; nuevas virilidades”.

El antropólogo italiano Franco La Cecla, en su libro Machos sin ánimo de ofender, sostiene que “Los hombres para demostrar que son machos deben subrayar la diferencia con la mujeres” (1). Su libro hace un buen diagnóstico de época, que como tal interesa al psicoanálisis. Para nosotros, los analistas, los avatares de la época son avatares de discurso; en este caso, avatares de subjetivación de lo masculino y lo femenino.

La Cecla, disidente de los estudios de género, se detiene en el análisis de la condición masculina en la actualidad, afirmando que ésta solo se sostiene a partir de la diferencia con lo femenino ¿Por qué ofende hablar de la condición masculina? ¿Por qué ofenden sus manifestaciones? El autor señala que determinada tendencia académica actual querría que se hablase de masculinidad solo pidiendo disculpas o, mejor aún, aclarando con qué pretensiones políticas. En el mundo académico hay una atmósfera de sensibilidad respecto de todo lo que pueda redundar en un esquema masculinista, porque esto toca a las luchas sociales llevadas adelante por el feminismo.

Hace pocos días, Judith Butler, en una conferencia que dio en México, decía:Hay un ideal neoliberal, masculinista, paternalista e individualista que considera la resistencia, un factor para vencer a la vulnerabilidad. Es tarea del feminismo desmantelar ese ideal”. (2)

De algún modo el avance del feminismo pone en cuestión los criterios de masculinidad en la actualidad. La Cecla señala que “Las relaciones entre los sexos y entre las diversas identidades sexuales son ya bastante dialécticas y tensas… como para pensar que solo pueden arreglarse mediante la eliminación del “enemigo”. Alguien tenía que ser acusado, alguien tenía que cambiar; ¡había que hacer justicia!”(3), dice con cierta ironía.

Muchos movimientos feministas sostienen la idea de la identidad de género como una construcción de la identidad sexual. El género aparece así como algo que se va modelando con la práctica. De modo que los significantes en juego, sean del sexo que sean, se terminan transformando en significantes amos, provistos por un Otro. Para los estudios de género, el malestar actual entre los sexos, no solo tiene que ver con que los semblantes que el Otro social propone quedaron fuera de época. El problema es que faltan nuevas referencias a los géneros. Los estereotipos sexuales se encuentran en plena transformación. Los psicoanalistas sabemos que las identidades sexuales, cualesquiera que sean, son respuestas sintomáticas a lo real que se pone en juego frente a lo imposible de la relación sexual.

Pues bien, ¿cómo se llega a ser macho? La Cecla sostiene que se llega a ser macho a los tropezones, como si tuviera que ver con una reacción a la vergüenza física de la adolescencia. El verdadero macho es un poco brusco, duro con el cuerpo. Si continúa siendo agraciado como un Peter Pan que sabe volar con movimientos que guardan cierta armonía, no creció, sigue siendo un niño apegado al vientre materno, por lo tanto “el macho debe perder la ‘gracia’, llegar a ser  ‘desagraciado’, ‘desgraciado’…  (señala el autor jugando con las palabras). Es un largo entrenamiento…. en compañía de otros hombres, constituye un desafío mediante el cual los hombres ratificamos y redefinimos nuestra propia corporeidad…se trata es un juego duro… del que se sale cansado. Pero es a partir de este que se construye y subraya  una diferencia que antes apenas estaba visible. Es en este esfuerzo que el cuerpo individual masculino no existe. …El cuerpo masculino existe como colectivo, como cuerpo que imita a otros a su alrededor”. (4)  La Cecla en su interpretación termina siendo parte del problema, al reducir al macho a una especie de “mujer desgraciada” por haber perdido la gracia que sería lo eminentemente femenino.

Hay una angustia masculina frente a la necesidad de demostrar que se es macho, plantea La Cecla en su ensayo. “Nunca se es lo suficientemente macho y no siéndolo se es peligrosamente no macho… La ostentación de la masculinidad, la masculinidad como prueba, se sitúa del lado de una vergüenza que hay que superar. Como si la masculinidad fuese una respuesta poco connotada que corre el peligro de recaer no solo en la vaguedad sino en el mundo de las madres. Por eso los hombres deben aislarse, juntos, estar con otros hombres.”(5)

La masculinidad aparece así como el resultado de una inadecuación. No alcanza con ser portador de un pene, siempre puede subsistir para un hombre la incertidumbre sobre su sexo. Desde el psicoanálisis sabemos, que un hombre con músculos, barba y boxeador bien puede no tener una certeza subjetiva de su sexo. Y que tal vez eso mismo explique por qué tantos músculos y tanta barba. El mito de potencia absoluta aparece, antes que nada, como el síntoma de una virilidad que se pone en cuestión a sí misma.

El hombre tiene un “sexo invisible”, sostiene, no le ha sido reservada ninguna cultura del espejo, es como si el cuerpo del macho no estuviera hecho para ser mostrado. Sin embargo, al ser mostrado –el cuerpo masculino– pasa de la invisibilidad al ámbito femenino, señala  La Cecla coincidiendo con Lacan, quien en “La significación del falo” había observado que la demostración viril deviene por si misma femenina.

Es interesante pensar en esta coincidencia porque permite sacar ciertas conclusiones con respecto a la masculinidad. Lo mismo que a La Cecla lo lleva a hablar de la fragilidad de la identidad masculina, a Lacan lo conduce a pensar lo viril como un semblante casi caricaturesco.

La masculinidad se puede pensar entonces como la posesión de caracteres fisiológica y tradicionalmente propios del macho. La virilidad, en cambio, aparece como una cualidad variable, que se define por la presencia de caracteres acentuadamente masculinos. De modo que la masculinidad aparece así como virtual, su despliegue es la virilidad. Se puede ser hombre pero no viril. Ser varón y “no tener huevos” como se dice. Todas las épocas y culturas muestran su ideal de masculinidad y de ese modo dejan en evidencia su inadecuación.

Rastreando la etimología de la palabra viril, me encontré que viril, vir, comparte étimo con virtud, virtus. Actualmente ese origen se ha disipado, antiguamente virtus era una cualidad del varón. Así aparece en la narraciones bélicas de la antigua Roma. En un primer momento se la asociaba a la buena disposición para el combate, la valentía y el valor. Con el tiempo el significado de virtus se fue acercando más a lo que hoy entendemos por virtud, se referirá más a los valores morales que a los bélicos.  En este sentido, me resultó muy interesante encontrar que este cambio en la semántica generará que la virtus amplíe su uso, es decir, ya no será exclusivo de los hombres, la virtus se aplicará también  a las mujeres.

Quintiliano es uno de los que juega con esta contradicción y considera que la uirtus es más admirable – pero igualmente posible– en una mujer que en un hombre: “admirabilior in feminaquam in uirouirtus”. (6)

Lo viril se despega de lo masculino. Lo viril, la virtud, puede jugar de un lado o del otro. Lo que permite afirmar que en el registro del semblante deja de ser una cualidad exclusiva del hombre.

En el Seminario 19 O peor… Lacan se pregunta “¿será que todo lo que no es hombre es mujer?” (7) a modo de respuesta frente a los planteos de Robert Stoller, psicoanalista norteamericano, que 1968 estableció la división de la identidad sexual en sexo y género, con la pretensión de hacer lugar al reparto de la sexualidad entre lo que es del orden de la biología y lo que es del orden social. Instalando de este modo un binario. Lacan responderá a esto con sus fórmulas de la sexuación, donde lo que contará en definitiva serán los modos de goce. Más adelante, en el mismo seminario, Lacan ironiza: La función del vires es impactante por cuanto, en todos los casos, solo de una mujer se dice que es viril. Si alguna vez escucharon hablar, al menos en nuestros días, de un tipo que lo sea, muéstrenmelo, que me interesará…”. (8)

Unas páginas más, en el mismo seminario del año ‘72, Lacan se interroga acerca del padre: “Habría que centrar mejor lo que podemos exigir de la función del padre. Con esa historia de la carencia paterna, ¡cómo se regodean!…Si el padre ya no impacta a la familia, naturalmente se encontrará algo mejor”. (9)

En el ‘57, en el Seminario Las formaciones del inconsciente, quince años antes, decía: «Hemos ido aprendiendo con lentitud… ahora estamos en el otro extremo, preguntándonos por las carencias paternas. Están los padres débiles, los padres sumisos y los padres sometidos, los padres castigados por su mujer y finalmente, los padres lisiados, los padres patituertos, todo lo que ustedes quieran. De cualquier forma se debería tratar de ver qué se desprende de semejante situación y…poder progresar«. (10)

¿Por qué hablando de lo viril terminamos hablando del padre? Hablar de la declinación del padre se ha vuelto algo trivial, que el padre ya no impacte –como  bien señala Lacan– no es el fin del mundo sino más bien la finalización de un mundo. Lacan siempre nos ha advertido de no confundir al padre con su función, la cual según parece no tendría ninguna relación con el dominio de lo masculino.

¿Podemos pensar que la llamada feminización del mundo implicaría una des-virilización del mismo? Lo viril aparecería como un semblante que no haría más que poner en evidencia la inadecuación del hombre con su sexualidad biológica. En cambio, la sexuación propuesta por la orientación lacaniana va más allá de la diferencia anatómica de los sexos o de sus identidades sexuales. La diferencia sexual se sostiene a partir de la distribución de los goces, se trate del goce fálico o del “no todo” fálico y esto no implicaría ninguna bipartición estandarizada entre hombre y mujer. Es lo que le permitirá a Lacan, por ejemplo, hablar de identificación viril en un cuerpo de mujer.

 

 

 

Notas

(1) La Cecla, F.:  Machos sin ánimo de ofender, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005, pág. 23.

(2) Butler, J.: “Ser vulnerable no equivale a ser víctima”, en http://www.notiese.org/notiese.php?ctn_id=8015

(3) Ibíd. (2)pág. XII.

(4) Ibíd. (3),  pág. 28.

(5) Ibíd. (3),  pág. 27.

(6) Biosca i Bas A.:  “Mil años de virtualidad: origen y evolución de un concepto contemporáneo”, en http://revistadefilosofia.com/28-01.pdf , pág. 7.

(7) Lacan, J.: El seminario, libro 19, …o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 176.

(8) Ibíd., pág. 200.

(9) Ibíd., pág. 204.

(10)Lacan, J.: El seminario, libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires, 2003, pág 171.

 

Bibliografía:

La Cecla, F.  Machos sin ánimo de ofender , Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005.

-Butler, J.: “Ser vulnerable no equivale a ser víctima”, en http://www.notiese.org/notiese.php?ctn_id=8015

Lacan, J.: “La significación del falo”, en Escritos 2,  Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2008.

Lacan, J.: El seminario, libro 19,…o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012.

Lacan, J.: El seminario, libro 5 Las formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires, 2003.

-Biosca i Bas A.  “Mil años de virtualidad: origen y evolución de un concepto contemporáneo” en http://revistadefilosofia.com/28-01.pdf

Rodríguez, G.: “Dopo il genere…” (Después del género…), en   http://www.aplp.org.ar/index.php/e-textos-10/208-dopo-il-genere1 

-Miller, J.-A.: De la naturaleza de los semblantes Editorial Paidós, Buenos Aires, 2008.

-Miller, J.-A.: El Otro que no existe y sus comités de Ética,  Paidós, Buenos Aires, 2005.